Cuanto más leo, indago, estudio, sobre todo cuando lo hago sin prisa, sin el estrés de los exámenes, me doy cuenta que el saber me resulta cada vez más emocionante y que realmente la frase con la que he encabezado este tema, es una pura realidad. Cada vez que investigo sobre alguna curiosidad o tema que me resulta interesante, voy dándome cuenta de todo lo que me queda por aprender. Podría pasarme toda una vida engullendo conocimientos y no terminaría jamás. Esta reflexión la podríamos enlazar con la puramente contraria: la ignorancia es atrevida.
Contrastando el encabezamiento de este texto con la frase que acabo de citar, observo la profunda diferencia que existe entre ambas frases: la primera está impregnada de humildad y la segunda, al contrario resulta prepotente.
En la vida diaria, nos encontramos con gente muy variopinta, que responde a estos dos tipos de concepción del saber. Cuando te encuentras con gente que sabe mucho y que incluso pasa casi desapercibida, es admirable aprender de ellos si se da el caso. Al contrario, cuando te encuentras gente inmersa en el segundo tipo de personas que estamos definiendo, lo mejor es dejar el agua correr y ni siquiera discutir, sobre todo cuando quieren llevar la razón a toda costa.
MIRIAM
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