Todos los días hacemos lo mismo: nos levantamos, vamos al instituto, estamos sentados en una silla más horas de las que quisiéramos y después cuando llegas a casa sigues haciendo lo mismo: estudiar más y más. Todo eso para que encima no paremos de escuchar en las noticias acerca del terrible paro que sufre la población juvenil. Aún se quitan más las ganas de hacer tanto esfuerzo cada día.
Y ya no hablemos de la monotonía que produce hacer todos los días lo mismo. Y llega el fín de semana y sigues haciendo lo mismo: te levantas, estudias y poco más.
Me gustaría incluir dentro de todas estas jornadas de monotonía algo que me produjera ilusión y me hiciera los días un poco diferentes.
A veces pienso que estas cosas emocionantes deben partir del exterior y a veces espero y espero y no acude nada ni nadie que me produzca ese tipo de sensaciones. Y como ya me he cansado de esperar, he llegado a la conclusión de que no hay mejor persona que yo misma para romper esa monotonía.
He pensado que podía empezar dándole más valor a pequeñas cosas que casi siempren pasan desapercibidas a mi alrededor: un amigo que me necesita, cuando veo a un bebé que tanto me gustan, leer alguna poesía tratando de encontrarle más sentido , dar una vuelta en la bicicleta observando a la gente que camina a mi alrededor... Voy a intentar sacar gusto de estas cosas que a mí anteriormente me parecían más insignificantes y que creo que son lo que realmente dan sentido a la vida.


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